viernes, 9 de mayo de 2008

Caminata

San Telmo está soleado hoy, sólo escucho conversaciones de idiomas lejanos y veo precios para lejanos bolsillos. Pero la sensación de bienestar de caminar al sol puede más que la frustración de no poder consumir nada. Me siento parte de algo y no sé bien de qué, de la ciudad o de lo que pasa en ella, de lo que planeo o de lo que hago. O quizás sea la intensidad de algunos momentos que siguen pasando.
Pienso: cuánto vaivén de sensaciones ¿Cómo puedo, a veces, sentirme tan extrañada, tan perdida, afuera de todo; ser ajena hasta de mi misma? Otras tantas veces siento esta sensación de creerme imprescindible en algún orden , en alguna cadena, ambiente. Sentirme familiar como si cada lugar haya sido mío, lo haya habitado, estudiado, conocido cada detalle.
Mientras el sol pega en mi cara la sensación de ser fundamental, de estar planeando una gran idea, de pertenecer a la mejor elite que a la vez es masa.; de transitar dejando huella. Y quizás en esa misma sensación, de repente, explota lo nimio, el acoso de que cada movimiento lleva tanto esfuerzo voluntarioso; tanta razón tanteada para que cada día uno no quiera renunciar y a la vez sepa que no tiene caso, que son simples excusas, que la mayoría de las veces se disipan por sí mimas.
Y siempre vuelvo a creer que es cuestión de fe, que por eso creo, y menos mal que ahora siento está plenitud, y no me importa que sea tan efímera como las pocas cuadras que me restan caminar hasta que me sumerja en el subte. Y baje hasta el tren despabilada y sonriente.

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