Quisiera bailar hasta que me duelan los pies, como esa noche que fui a un cumpleaños, que era una fiesta producida, y tenia puesto unas chatitas; cuando me fui a las siete de la mañana después de haber bailado sin parar sentía que no podía llegar hasta la esquina a parar un taxi. Pero la sensación de satisfacción era tal que, aunque quería evitarlo, me fui dando pequeños pasitos bailarines hasta desplomarme en el asiento trasero del auto.
viernes, 6 de junio de 2008
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