viernes, 15 de agosto de 2008

Desmayos

Esta mañana me desmayé y pasé sin mediar a otro espacio. Por un segundo, cuando volví en mí, no tuve la menor idea de dónde estaba. No habrá sido más que un instante, hasta que reconocí la situación y a B. llamándome por mi nombre con cara de susto. Ese instante fue muy largo, tuvo la longitud de lo intenso. La certidumbre fue de estar pérdida o sorprendida o en el lugar inadecuado. Lugar demasiado conocido. La fuerza de lo sentido en el momento de la inconciencia dio lugar de inverisimil a lo que aparecía si despertaba, si había reacción. Si alguien me hubiese dicho que ya me perdí otras muchas veces, hubiese sido la mayor certeza. No había espacio a la incredulidad. De la confusión vino la seguridad de haberme sentido demasiadas veces desconocida, de haber estado perdida y sorprendida en muchos momentos. Como si el desconocimiento fuese un lugar inevitable.

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