lunes, 17 de marzo de 2008

De acá a allá

Cambiar. Reflexiono, pongo en la balanza, miro por donde. La conclusión: cambiar. Cambiar de casa sería una excelente idea. Basta de la vida en comunidad, quiero disponer del espacio como quiera, cuando quiera. Pero los alquileres están carísimos, no me alcanzaría para irme a vivir sola. Desechado.
Cambiar el trabajo ¡Sí! Claro. Sería maravilloso, un trabajo más interesante, mejor pago. Pero no tengo otro trabajo al que cambiar y mientras busco tengo que seguir viniendo a este, aunque lo odie profundamente.
Bueno, una decisión tajante, cambiar de ciudad. Una nueva vida, lugares desconocidos, descubrir otros espacios, conocer otra gente. Descartado no aguantaría ni dos minutos lejos de mis amigos, me encanta Bs As pese a todo.
Empecemos por cosas pequeñas, cambiar el peinado. Bien. Fui a la peluquería, explique que no quiero perder el largo porque me cuesta mucho que me crezca el pelo pero que quiero una nueva forma, algo con más onda. Nadie se dio cuenta que había “cambiado”, el pelo esta casi igual.
Entonces claro me siento estática y cuando duermo sueño que todo es diferente que en la ciudad hay playa y mar. Hay barcitos sobre la orilla donde bailar y divertirse. Hay nuevos amigos y viejos renovados. Hay expectativas de algo que entre todos estamos organizando y va a cambiarnos. Hay producción de arte: dibujos, películas, libros. Y hay mucha alegría. Tanta, que me despierto exaltada por demasiado movimiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me desperté temprano, con la voluntad, que a voluntad, hago que me caracterice. A buscar casa estaba predispuesta la mañana, en este feriado que por solo feriado al fin calme tanta necesidad de esequéséyoalgotro.
Dos horas buceando inmobiliarias y dueños por internet. "De acá a allá", todas las expectativas en el inagotable ciberespacio. Intercalo viejas canciones. Selecciono música "que levante". Finalmente, (casi ya diría como siempre), NADA, mientras un candombe muy hermosamente afinado repite "un retorno eterno al vacío".
De mal humor y con ojos mojados de frustración, abandono la tarea. Decido visitar a mi amiguita, devolverme un rato en el espejo de su escritura.
Te leo, entonces...
Mierda. Otra vez el grito atorado.
Cuánto que no llega, hermana de esta vida.
Es cierto que algunos infantiles debos ya no están, pero me vuelvo a identificar con el testamento de tu para mí querida y alta poesía.
Y es que seguro vamos haciendo deseos, desafiando irrealizables, seguro inevitablemente movemos (como a esos muertos del sábado que no saben siquiera simpleza de bailar), pero tan cierto es también que a veces son sólo las máscaras de los debiendos las que cambian, y las faltas siguen tatuando arrugas, y una se queda sintiendo tan quieta adentro, tan repetidamente acumulada en el igual aunque lo mismo no sea, hagas lo que hagas...

Tal vez no haya mucho consuelo, tal vez porque lo que necesitamos no es consuelo. Pero hay resto, ¿no?.
Hay nuestras mentes que no entregan la decisión de siempre andar elegiendo, hay nuestra voluntad que nada tiene que ver con las metas de este mundo, sino más bien con esas voluntades que van perdiendo fines para ir creando e inventando vuelos; hay, deliberado encontrarte, como de costumbre.
Hay, encuentro, y así, tengo fuerzas para creer más allá de lo que no llega, para creer que puede que nos deje de importar.
Sabemos bailar, amiga, sabemos creer y descreer; sabemos, porque nuestra búsqueda jamás descansó, que no vamos a dejar de buscar. Nuestro movimiento baila sueño en lo real...
¿Vamos a milonguar hoy?
Te extraño y una vez más afirmo que me encanta cómo concretizás vacío en tus escritos (cortes de pelos y esas cuestiones)
Ah! y perdón si no me di cuenta del cambio en el pelo.